La Mezquita del Río

LA MEZQUITA DEL RÍO (2016)

En las inmediaciones del río de Oro, al final de la calle Querol , se encuentra un curioso edificio , de planta irregular , cuyas características arquitectónicas le hacen destacar en medio de los edificios circundantes. Ignoro cual es su función actual , pero durante bastantes años fue el objeto de una iniciativa  , de una controversia y , finalmente ,de la consecución de una aspiración extendida en el tiempo.

Mezquita del río.
Mezquita del río, 2011

Población musulmana y mezquita

Al comienzo del siglo XX, la población musulmana de Melilla estaba reducida a una decena de familias, compuestas básicamente de comerciantes procedentes de la parte occidental de Marruecos, llegados a la ciudad a la vista de los nuevos tiempos anunciados tras la finalizar la aparatosa guerra de Margallo y la firma del posterior acuerdo con el Majzen marroquí, que parecían predecir épocas de bonanza en las relaciones entre Melilla y el campo exterior. Desde 1900 esta población se incrementaría, aunque muy lentamente, hasta alcanzar los 180 musulmanes que figuran en el padrón de 1907.

Pero las incidencias acaecidas en el territorio cercano, motivadas por la presencia en el mismo de partidarios y adversarios del nuevo señor de la zona, el Rogui Bu Hamara, obligó a que, en varias ocasiones, no pocos de los unos y de los otros, aunque sobre todo de los segundos, tuvieran que buscar refugio en Melilla, dando lugar a la formación de un singular barrio rifeño en los alrededores del fuerte de Camellos.

Si a esta población ocasional le añadimos que, en algunas épocas del año, se concentraban en Melilla numerosos marroquíes que se desplazaban a las faenas de la recolección en Argelia, no es de extrañar que algunos momentos hubiera en la ciudad más de tres mil musulmanes, población que no disponía en la ciudad de un edificio donde efectuar las prácticas que exigía su religión.

Aunque esta necesidad era motivo de preocupación desde principios de siglo, no se hizo pública hasta la época en que era Gobernador el General Segura, en el año 1905, en el que a la petición de una mezquita se añadía la de una posada o fondak  que atendiera a las necesidades de la numerosa población flotante, ya que la existente en el barrio del Polígono (que aún permanecía casi invariable a mi llegada a Melilla en 1979) se había quedado muy pequeña.

En época del General citado llegó incluso a realizarse un proyecto de mezquita, presentado por el contratista de obras  ejecutor de las del cuartel de la Guardia Civil del Mantelete y de los pabellones militares que más tarde serían transformados en la actual Comandancia General, el malagueño Francisco Orozco.

El proyecto, que el diario local adjetivaba de “notable”, comprendía, además de la mezquita, un café, una posada y diversas dependencias, además de un enorme patio de más de siete mil metros cuadrados. Su mayor inconveniente era el coste, 120.000 pesetas, que lo condenaban de antemano al proyecto a ser archivado para siempre, pues se hubiese llevado casi todo el presupuesto del que disponía la Junta de Arbitrios para obras en el  ejercicio económico. En algún rincón del archivo de la Comandancia General debe dormir olvidado.

Surge la polémica

En 1906 surge a la luz pública, inducido por el diario «El Telegrama del Rif», la cuestión de la mezquita, asunto del que se proclama adalid el propio Cándido Lobera, su director y propietario. Al manifestar que mientras las comunidades cristiana y hebrea tenían  iglesia y sinagoga, la musulmana carecía de mezquita, planteaba la discusión sobre el tema. La comunidad hebrea disponía de sinagogas de carácter privado; la cristiana de una iglesia en el Pueblo, aunque esta última, además de su lejanía de los barrios exteriores, tenía una capacidad muy reducida, insuficiente para una población, posible practicante, de unas 12.000 almas. En 1900 se habían puesto los cimientos de una nueva iglesia en el llano, sin que las obras adelantaran  mucho ni poco, y donde el dinero invertido, de procedencia privada en su mayor parte, era dinero perdido .

Sin embargo, el Gobernador Militar, general Marina, parece que acogió con interés la propuesta de construcción de una mezquita, con gran alegría de la comunidad musulmana que, según el diario local, manifestaba que esa obra esperada era el mayor favor que podía hacerles el general.

En octubre de ese año, los tenientes coroneles Centaño y Echagüe ,en comisión por el Norte de África, y en una memoria enviada al Ministerio de la Guerra, proponían la construcción, en las plazas de Ceuta y Melilla, o en sus terrenos exteriores, de mezquitas para que los musulmanes “ puedan acudir libremente a hacer sus plegarias”.

En esas mismas fechas, la Asociación Mercantil, entre las propuestas cursadas al Ministerio de Fomento, incluía la construcción de una mezquita, aunque también solicitaba la construcción por parte del Estado de una sinagoga y una iglesia de gran capacidad. En la propuesta de la Asociación iba implícita la polémica, pues igualmente daba a entender  que, por dotar de aquellos elementos a las religiones musulmana y hebrea no podía “dejarse indotado el culto católico”.

Esa era la cuestión básica. Al parecer, la opinión pública de Melilla se dividía en tres grupos. Un grupo, minoritario,radicalmente opuesto a que en la ciudad se construyese una mezquita; otro, igualmente minoritario, que opinaba que la mezquita fuese construida  sin más dilaciones, y un tercer grupo, mayoritario, que estaba de acuerdo en que se levantase una mezquita, pero siempre que  fuese construida  con anterioridad la pospuesta iglesia del llano, cuyas obras, abandonadas, se veían en el lugar donde hoy se halla la iglesia de la plaza de Menéndez Pelayo.

La obra de la mezquita no encontró dotación económica. Los comerciantes musulmanes aseguraban que ellos “contribuirían de buen grado a los gastos de las obras“, pero su reducido número hacía que su aportación fuera insignificante; solamente podían garantizar el gasto del culto y mantenimiento de la misma una vez terminado el edificio.

Con estas premisas se renovaría año tras año la cuestión, sin que se adelantara nada en el proyecto. En 1908 se agregaría a la polémica el diario El Correo Español, de Orán, en la pluma de su director, Manuel Cañete, colaboración bien acogida por Cándido Lobera, que volvía a la carga: “Si a los rifeños hambrientos les dimos asilo, justo es que también las ofrezcamos, en nuestra tierra, asilo para sus almas”.

Criticaba Lobera la decisión tomada muchos años antes, tras hacerse efectiva la ocupación del terreno, de derribar la mezquita del cerro de Santiago, al que llama santuario de Lalla Yenada, y a la que, no se por que razón, consideraba la santa más venerada del Rif. Parece evidente, ahora que tenemos las pruebas documentales ,que  la permanencia de aquella mezquita hubiese sido, sin duda alguna, una cotidiana fuente de conflictos, además de que su derribo estaba contemplado en los acuerdos con el Majzen marroquí.

En abril de 1908 el General Marina hizo gestiones en el Ministerio de Estado  con el fin de conseguir el crédito necesario para la obra; pensaba que con 30.000 pesetas sería suficiente , pero en Melilla persistía la polémica, estando  como estaba, pendiente la obra de la iglesia del llano.

Lobera, optimista, exultaba de alegría: “Muy pronto, pues, el muecín, desde el minarete de la mezquita, llamará a los fieles a la oración, proclamando a los cuatro vientos que España no es enemiga de la ley musulmana”.

En cuanto a lugar de su instalación, los comerciantes musulmanes optaban por el terreno alto situado detrás de la  inacabada iglesia y la central eléctrica, donde hoy se encuentra el colegio España, por ser un lugar equidistante respecto a los barrios con  mayor población musulmana, Mantelete y Polígono.

Estando los tristes restos de la iglesia  católica a su lado, como un monumento a la desidia, la propuesta no fue tomada en consideración. También se les puso de manifiesto que, cuando se terminara la iglesia en construcción, el volteo de campanas les podía distraer en sus oraciones, asunto que nos retrotrae a cuestiones más cercanas en el tiempo. Allí, en aquel alto, en octubre de 1923, se inauguraron las escuelas públicas, proyecto de Francisco Carcaño.

Para este momento, el presupuesto de 30.000 pesetas era insuficiente, estando más cerca de las 40.000, teniendo en cuenta que aquel debía atender también a la adquisición del mobiliario ( lámparas, tapices, esteras, etc) destinado al  culto.

El ministro de Estado, señor Allendesalazar, tampoco se hizo cargo de la dotación económica del proyecto.  El asunto llegó, incluso , al Congreso de los Diputados, en el que al año siguiente, fue interpelado por el diputado Villanueva – titular, en el puerto de Melilla, del muelle del mismo nombre – que, siendo persistente visitante de la ciudad durante varios años, pasaba por ser buen conocedor de sus asuntos. El ministro de Estado  le contestó en el sentido de que él, personalmente, no era contrario a que fuera levantada la mezquita, pero no con fondos del Estado, al no haber dotación para la misma, lo mismo que en ocasiones anteriores se le había negado consignación a las obras de la iglesia del llano.

Vuelve a terciar Manuel Cañete, desde Orán, poniendo el ejemplo del rey Alfonso XIII, quien al visitar la plaza de Ceuta, había sido conducido a la mezquita de esta ciudad, donde tuvo ocasión de departir con los musulmanes allí residentes, quienes habían recibido con entusiasmo al Sultán de España. Lamenta el periodista que, en un  posible visita del Rey a Melilla, no pudiera conversar con los musulmanes en otra mezquita.

Se formó una comisión de comerciantes musulmanes con el fin de presionar en pro de la consecución de su objetivo. Al de la mezquita se añadió otro que anteriormente no figuraba en su agenda de reivindicaciones: la habilitación de un cementerio, idea que El Telegrama del Rif admitió como muy razonable. La propuesta cogió de sorpresa, pues nadie imaginaba que persona alguna de confesión musulmana quisiera ser enterrada en tierra de cristianos. Hasta entonces las inhumaciones se efectuaban en el cementerio de Sidi Guariach, adjunto a la frontera de Melilla con Marruecos y dentro de la no marcada zona neutral, sin que hasta aquella fecha hubiese habido reclamación alguna al respecto. Pero el asunto quedó en expectativa de futuro, y, como es sabido, ha sido resuelto no hace mucho tiempo.

De momento, la colonia musulmana debió contentarse con la  aprobación, por parte del General Marina, de la propuesta efectuada por aquella, de que en tiempo de ramadán , el estampido del cañón de Camellos señalara el final del día. Cañete, optimista como Lobera, señalaba que “aquel día quedó empezada virtualmente la mezquita de Melilla”.

Proyecto en suspenso

Al comenzar la campaña militar de 1909, cuyo próximo centenario imagino que traerá consigo numerosas intervenciones orales y escritas, la cuestión de la mezquita quedó paralizada. La tensión emocional provocada por los acontecimientos ocurridos en las inmediaciones de Melilla aconsejó no tocar el tema en tanto se dilucidaban los combates que, dilatados en el tiempo, tanta influencia aportaría al transcurrir de la historia social y política de la época. De hecho, algunos de los musulmanes afincados en Melilla optaron por abandonar discretamente la ciudad a la espera de tiempos más tranquilos.

Cuando Lobera, principal adalid en el tema de la mezquita, y una vez finalizadas las más importantes operaciones de la campaña, vuelve a colocar a la luz pública el proyecto de mezquita, en febrero de 1910, no pudo prever el aluvión de críticas que le llovieron desde los medios escritos más intransigentes de la Península, sobre todo los de adscripción católica más extremista ,entre ellos La Defensa, de Málaga, quienes tacharon a la Lobera de  ateo, hereje y anticatólico, aconsejaban a Don Cándido que se convirtiera a la religión islámica, mientras abogaban porque  todo el Rif fuera evangelizado, poniendo de manifiesto su absoluto desconocimiento del país vecino.

Hombre positivista, Lobera se defendía alegando que la construcción de la mezquita no solo era de justicia para la práctica de la religión de la corta población musulmana de Melilla, sino que constituía por sí misma una importante medida política de cara a la futura intervención de España en el territorio rifeño, de la que el militar y periodista, no se puede negar, era firme partidario.

Lo cierto es que, dados los tiempos que corrían, nadie quiso secundar a Lobera en esta empresa , esperando sin duda, mejores ocasiones para ello.

Una obra premiosa

A la vista de que el tiempo pasaba y el edificio no se construía, los comerciantes musulmanes, la mayoría regresados a la ciudad tras los acontecimientos de 1909 y 1911, enviaron, en enero de 1913, una carta  al rey Alfonso XIII para que mostrara su influencia en los medios apropiados al objeto, y se dotaran de una vez las obras de la mezquita.

En ese mismo año se funda en Melilla una curioso organismo al que se dio el llamativo nombre de Junta para el fomento de los intereses morales de los indígenas, organismo compuesto por diversas personas de la ciudad  con capacidad suficiente para, por sí mismas o en conjunto, influir en temas relacionados con los intereses de la población musulmana domiciliada o transeúnte. De ella formaban parte el general Villalba, de la Junta de Arbitrios, Manuel Becerra, por Fomento, el coronel Ardanaz, por la Oficina Indígena, El Bachir ben Sennah, delegado del Sultán,  por los marroquíes, El hach Ben Hayan, por los comerciantes musulmanes, Francisco Serrano, por la Cámara de Comercio, y, sobre todo, Cándido Lobera  por la prensa. Ni que decir tiene que entre los objetivos de la Junta estaba la demorada obra de la mezquita.

En enero de 1914, el general Jordana, comandante general, se entrevistaba en Madrid con el ministro de Gracia y Justicia, señor marqués de Vadillo, del que consiguió, por fin, las tres mil primeras pesetas asignadas a la anterior Junta y destinadas a la construcción del edificio religioso. En el mes de mayo siguiente, el capitán de Ingenieros José de la Gándara, que prestaba sus servicios  en la Junta de Arbitrios desde febrero de 1910,  hizo un proyecto de mezquita , que debía construirse mediante concurso.

La mezquita se comenzó poco tiempo después, antes incluso de que fueran sacadas a concurso las obras, sobre un solar situado en las cercanías del río de Oro, donde hoy se halla el edificio señalado al comienzo de este texto.

En diciembre de ese año se reunía de nuevo la Junta , esta vez presidida por el coronel Ardanaz, asistiendo igualmente la mayoría de los vocales participantes en la anterior, con variaciones debidas a la presencia del ingeniero José de la Gándara , director de la obra, del comerciante musulmán Si Ben Yelder  y el comandante de la sección política de la oficina indígena  José Riquelme. De la Gándara, que abandonaría Melilla poco después, dio cuenta del pliego de condiciones para el concurso y del estado de la obra. El presupuesto ascendía a 31.000 pesetas. Aquí el ingeniero cometió un error de precipitación al manifestar que la obra de cimentación estaba finalizada, y que había costado unas 8.500 pesetas, lo que haría que el coste total de aquella se elevaría a las 40.000 pesetas. Tanto El Bachir como Ben Yelder se mostraron muy reconocidos con España y las autoridades locales .

Pero una cosa era el proyecto y otra muy distinta la dotación , y como no había fondos para su ejecución el tiempo fue pasando y hasta julio de 1916 no fue posible continuar las obras iniciadas dos años antes . El nuevo ingeniero municipal , Moreno Lázaro , hizo un proyecto de alminar que no figuraba en el proyecto inicial.

Las cantidades que se fueron recibiendo para la mezquita se emplearon en su totalidad en la fijación de los cimientos, pues, muy al contrario de lo que afirmaba De la Gándara, la filtración permanente de agua y su problemático desagüe, hizo inútil toda la inversión, y así un año más tarde, no solamente no había dinero para continuar las obras, sino que todo lo ejecutado amenazaba ruina por probable corrimiento de tierras. El Telegrama del Rif  estimaba que la elección del lugar había sido muy desacertada.

Al terminarse el dinero, las obras se abandonaron. En 1922 se estimaba que todo lo hecho  se hallaba completamente arruinado.

Por fin , la mezquita

Llegaron los trágicos acontecimientos de 1921, y nadie volvió a recordar el tema de  la nonata mezquita . El Telegrama del Rif , anteriormente firme defensor de su construcción, guardó un discreto silencio sobre el mismo para evitar una controversia que en nada hubiese contribuido a atemperar los caldeados  ánimos de la población .

Hubo que esperar a que los ecos de las operaciones militares llegaran ya amortiguados desde las altas cumbres del Rif central, para volver a retomar la añeja cuestión. El Comandante General, Alberto Castro Girona ,en marzo de 1926, tomó la determinación de continuar las obras pendientes, para lo que, en principio, se ordenó al teniente de Ingenieros Joaquín Hernández Barraca que comenzara la reconstrucción. Se encargó un proyecto al arquitecto Larrucea, quien concibió un edificio de mayores proporciones que el abandonado anterior, ampliándolo para que en el mismo fueran instaladas las oficinas del Delegado del Gran Visir Abdelkader ben el Hach Tieb, así como una zauía, un baño, un fondak y una sala de justicia. Igualmente se incluía en el proyecto la instalación de una residencia para estudiantes musulmanes y una  escuela coránica.

Mezquita del río, inauguración 1927

Le mezquita era de reducidas proporciones, pues solamente abarcaba una superficie en forma de cuadrado de 12 metros de lado y 10 de altura. En las paredes sobresalían unos llamativos relieves  de estilo granadino policromado, el pavimento se componía de azulejos sevillanos y el techo  mostraba un artesonado de madera.

El conjunto construido fue inaugurado el 19 de octubre de 1927 con presencia de las autoridades militares, civiles y del protectorado, entre estos últimos el Gran Visir y los caides de las cabilas de la zona oriental.

Mezquita del río , interior (1927)

El general González Carrasco, en nombre del Gobierno, hizo alusión a la situación general del territorio, en el que, “habiendo cesado de hablar la pólvora, y unidos protectores y protegidos  para consolidar la paz y gozar de sus beneficios“, España atendería a todas sus necesidades tanto espirituales como materiales de sus habitantes. de ello daba prueba la nueva mezquita que se inauguraba , para que los musulmanes residentes en Melilla y sus alrededores  pudiesen cumplir los preceptos religiosos.

El Gran Visir, habló en nombre de los musulmanes, agradeciendo a España los beneficios que les proporcionaba , expresando su convencimiento de que la paz sería perpetua.

A continuación, los comerciantes musulmanes establecidos en Melilla leyeron un documento , en el que agradecían a España el interés tomado en este dilatado asunto.

Este es el edificio al principio señalado y que cumplió su objetivo en solitario hasta  la inauguración, en 1947, de  la nueva mezquita del Polígono .